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Hace poco me dijeron que tenía que volver a la oficina. Después de quince años trabajando remoto.

La noticia me cayó como balde de agua fría, no porque odie la interacción humana o porque sea un ermitaño antisocial, bueno, quizas un poco lo sea. Me cayó mal porque en estos quince años aprendí algo que en la oficina nunca me habían enseñado: que trabajar bien no tiene nada que ver con dónde estás sentado, sino con cómo te organizas.

El mito del pajarito

¿Se acuerdan del capítulo donde Homero trabaja desde casa? Termina usando un pajarito de juguete para darle a las teclas de la computadora mientras él se va a hacer otras cosas. La imagen es perfecta: el empleado remoto como un vago que encontró la forma de no laburar.

Esa es la fantasía que muchos managers tienen del trabajo remoto. Y también el miedo: que sin supervisión directa, todos nos vamos a convertir en Homero con su pajarito mecánico.

Como suele suceder en la vida, la realidad diverge de esto, pero es un gran depende, pero más sobre esto a continuación.

La paradoja de la libertad

Cuando trabajas remoto, idealmente, nadie te dice cuándo tomar el descanso, cuándo almorzar, si podés ir al baño, si está bien que te estires un rato. Nadie controla si tardaste cinco minutos más en volver del almuerzo o si te fuiste diez minutos antes.

Esa libertad es trampa. Porque sin estructura externa, tenés dos opciones: te organizas vos mismo, o te toca naufragar como Tom Hanks y Wilson.

Te voy a ser honesto, desde mi punto de vista, organizarse uno mismo es infinitamente más difícil que seguir el horario que te impone otro.

El arte de ponerse limites

En la oficina, los límites vienen dados. El horario, el lugar, las interrupciones “permitidas”, las pausas socialmente aceptables. Es un framework externo que te dice cómo comportarte y como va a ser tu día.

En casa, ese framework lo tenés que construir vos. Y esto, estimado, es lo que te va a situar en algun lugar entre pro - trabajo remoto y anti - trabajo remoto.

Los primeros años fueron complicados, pero no me di cuenta de eso hasta muchos años despues, eso si, con el tiempo aprendi lo siguiente:

Sin horarios claros, el trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo disponible. Como el gas en un recipiente. Si no tenés límites, laburás hasta cualquier hora sin ser más productivo.

Sin espacio físico definido, la mente no distingue entre trabajo y descanso. Laburar desde el sillón del living suena cómodo hasta que el sillón del living deja de ser un lugar de relax.

Sin rituales de inicio y cierre, los días se vuelven una masa amorfa. No hay “llegué al trabajo” ni “me voy a casa”. Solo continuidad.

Los rituales que salvan

Con los años desarrollé rutinas que suena ridículas (bueno, si me conoces, quizá te suenan muy a mi) pero funcionan:

El ritual de inicio: Me levanto, me visto como si fuera a trabajar (no pijama, no jogging), desayuno, y “viajo” desde la cocina hasta mi escritorio. Dificil ponerlo en palabras, pero es una caminata hacia la oficina, con la mente puesta en eso.

El espacio de trabajo: Una silla y un escritorio que son para trabajar. Armado de manera comoda, con ubicaciones bien medidas, en serio, tome las medidas para maximizar la comodidad, ya que es un espacio donde paso bastante tiempo. La idea es que cuando estoy ahi la mente se entere que estoy trabajando. Si, lo se, a veces no tenemos un lugar fisico para algo asi, pero de todas maneras podes armarlo para que sepas que ahi se trabaja. Si podes evitar tener la computadora de trabajo al lado de la cama, mejor, asi no se te mezcla el espacio de trabajo con el espacio de descanso.

El ritual de cierre: A las 18, apago la computadora de trabajo, y me voy de mi oficina improvisada. Físicamente me muevo a otro espacio. Ultimamente estoy agregando alguna frase que digo en voz alta para que mi cabeza sepa que se termino la parte laboral del dia, algo en la linea “Bueno, listo por hoy”, “Terminamos”, “Esto lo vemos mañana”, etc.

Suena obsesivo, pero funciona. Estos rituales reemplazan las señales que en la oficina vienen solas: el viaje en transporte, el ascensor, el pasar por recepción.

El foco como superpoder, ponele

Para mi, la ventaja más grande del trabajo remoto no es la comodidad sino el foco.

En la oficina, las interrupciones son constantes y socialmente obligatorias. Alguien necesita “un minutito”. Hay reuniones que podrían haber sido un mail. Conversaciones de pasillo que empiezan sobre trabajo y terminan en el partido de ayer, el vecino que pone musica RE divertida, y un largo etc…

En casa, las interrupciones en su mayoria son necesarias, pero menos. Si, alguien te va a tocar el timbre, es inevitable, asi como si tenes mascotas o hijos seguramente tengas otro tipo de interrupciones. Aca es otro punto dificil, pero cuando le agarras la mano, termina siendo mejor. Te tomas un pequeño descanso al estilo pomodoro y volves al ruedo.

El foco profundo, ese estado donde podés pensar durante horas sobre un problema complejo sin distracciones, es más fácil de lograr en casa que en cualquier open space del mundo.

Movete, eso si!

Esto es clave y lo aprendi con los años, ademas que es transversal a la vida… cuando trabajas remoto, te tenés que mover a propósito.

En la oficina, el movimiento viene solo. Caminas, subís escaleras, vas a buscar agua, te moves entre reuniones. Son micro-ejercicios que mantenenen el cuerpo y la mente activos. Aunque es probable que termines achanchado en la silla… jeje

Peeero… en casa, si no planificás el movimiento, te convertís en un vegetal con wifi.

Aprendí que cada dos horas necesito levantarme, caminar por la casa, hacer unos estiramientos básicos, o incluso puede ser que salga a dar una vuelta a la manzana. No es que sea un tipo fitness, sino que necesitamos aceitar el cuerpo, y dicen, a mi no me termina de funcionar, que ayudas a la mente con las endorfinas que genera el movimiento.

Son cuestiones que te ayudan con la productividad y con la salud, fisica y mental. No te quedes pegado a la pantalla todo el dia porque terminas todo atrofiado.

Por qué lo prefiero?

En la oficina es fácil confundir estar ocupado con ser productivo. Parecer que trabajás con trabajar realmente. El teatro de la productividad que todos conocemos: llegar temprano, irse tarde, estar visible en las reuniones correctas. Es más, alguna vez me exigieron ciertos horarios en una oficina, como soy re rebelde, los empece a cumplir a raja tabla, pero rindiendo un porcentaje de lo que trabajaba antes de la imposición; el resultado, el jefe me felicito porque le encantaba mi nueva actitud!

En casa, o producís valor real, o te das cuenta muy rápido de que no estás haciendo nada útil. No hay lugar para el teatro de la falsa productividad. Y si sos freelance, ni te cuento, esas facturas no se cobran solas!

La disciplina que desarrollé trabajando remoto me sirve para todo: para estudiar, para proyectos personales, para mantener hábitos. Es una disciplina que se transfiere a otras áreas de la vida. Pero siempre digo, no es facil, me tomo mucho tiempo desarrollarlo.

Lo que se pierde (Y para mi esta bien)

No voy a mentir y decir que el trabajo remoto es superior en todo. Se pierden cosas, si, claro. Siempre es un ida y vuelta.

Se pierde la charla informal donde surgen ideas inesperadas. Se pierde la capacidad de leer el lenguaje corporal de un compañero que está luchando con algo. Se pierde esa energía colectiva cuando todo el equipo está enfocado en resolver un problema urgente.

Pero para mí, después de quince años, lo que se gana pesa más que lo que se pierde.

El verdadero desafío

El desafío del trabajo remoto no es técnico. No es encontrar las herramientas correctas o configurar la conexión perfecta. El desafío es psicológico y organizacional.

Podés crear estructura donde no hay estructura? Podés mantener disciplina cuando nadie te controla? Podés separar vida personal y trabajo cuando conviven en el mismo espacio físico?

No todo el mundo puede. Y está bien. Algunas personas funcionan mejor con estructura externa, con la energía social de la oficina, con los límites claros entre trabajo y hogar.

Pero para los que pueden, el trabajo remoto no es una concesión o un beneficio. Es una forma fundamentalmente diferente de relacionarse con el trabajo, que requiere un nivel de auto-gestión que la mayoría nunca desarrolla.

Para cerrar

Mientras escribo esto, estoy en mi escritorio de casa, con mi ritual matutino completo, después de haberme movido lo suficiente para mantener el cerebro activo, en mi espacio de trabajo dedicado.

Cuando me toque ir a la oficina voy a tener que hacer el viaje real, 1 hora ida, 1 hora vuelta, sentarme en un lugar abierto, ruidoso, y adaptarme de nuevo a la estructura externa que me funcionaba hace quince años.

No está mal. Es diferente. Pero después de una década y media aprendiendo a organizarme solo, prefiero el desafío de la autodisciplina al comfort de que otros organicen mi día. Además que prefiero no pasarme 2 horas en una lata de sardinas, pero quiza eso sea tema de otro post?

El pajarito de Homero es gracioso porque es lo opuesto a lo que requiere el trabajo remoto exitoso: más disciplina, más organización, más consciencia sobre cómo usás tu tiempo y tu energía.

Y esa disciplina, una vez que la desarrollás, te sirve para mucho más que trabajo.

Querido lector, ahora vos (no se, me pinto cerrar asi, jaja): Trabajás remoto o en oficina? Qué estrategias desarrollaste para mantener el foco y la organización?

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