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Hay fechas que llegan como siempre llegaron, pero de repente suenan diferente.

El Día del Amigo de este año me encuentra pensando en los silencios. Los que tienen forma propia, contornos definidos, peso específico. Esos que no son ausencia de sonido, sino presencia de algo que ya no puede hablar.

El Silencio que Ocupa Lugar

No todos los silencios son iguales. Está el silencio vacío, el que no dice nada porque no tiene nada que decir. Y después está el otro: el silencio lleno, el que resuena con todo lo que solía llenarlo.

Es como cuando se corta la luz en una casa donde siempre hay música. No es solo que no suene nada. Es que podés escuchar la forma exacta de lo que falta.

Así me pasa con algunas conversaciones que ya no pueden existir. Con esos chistes que ya nadie va a entender de la misma manera. El silencio que dejan no es neutro. Tiene textura, tiene eco, tiene memoria.

Lo Que Se Escucha en la Quietud

Pero hay algo curioso en todo esto. Cuando prestás atención a esos silencios con forma, descubrís que no están realmente mudos. Están llenos de todas las voces que alguna vez los habitaron.

Cada show al que fuimos juntos sigue resonando ahí. Cada vez que coincidimos en que ese riff era perfecto, cada debate sobre si el nuevo disco era mejor que el anterior. Todo eso no desaparece. Se convierte en el eco que le da forma al silencio.

La amistad real deja su huella sonora. Se vuelve parte de tu manera de escuchar el mundo, de las cosas que te hacen reír, de los momentos en que buscás esa voz específica que ya no va a contestar.

Los Sonidos Pequeños

Me acuerdo cuando era chico y pensaba que las cosas importantes tenían que ser ruidosas. Grandes declaraciones, discursos épicos, momentos dramáticos.

Resulta que las cosas importantes son pequeñas y constantes. Son el “cómo andás?” que sabés que es genuino. Es esa risa específica cuando le contás algo que te pasó. Son esas canciones que solo nosotros entendíamos por qué eran geniales. Esa complicidad de saber exactamente en qué momento del tema viene el break que te vuela la cabeza.

Son todas esas micro-conversaciones que construyen algo más grande: una forma particular de comunicarse que solo existía entre ustedes.

Los Amigos que Escuchamos

En un mundo donde “comunicarse” se volvió sinónimo de mandar mensajes todo el tiempo, donde acumulamos notificaciones como si fueran pruebas de conexión, vale la pena pensar en qué significa realmente escuchar a alguien.

Escuchar amigos de verdad es reconocer su voz en cualquier multitud. Es saber cuándo algo los está preocupando aunque no lo digan. Es tener gente con la que podés hablar sin filtros, sin versiones editadas de lo que realmente pensás.

Es poder llamar a alguien y decir “necesito que me escuches” sin tener que explicar por qué.

Hoy

Así que hoy, Día del Amigo, me parece un buen momento para hacer ruido. Para llamar, para escribir, para juntarse. Para llenar de voces los espacios que podemos llenar mientras podemos hacerlo.

Y también para honrar los silencios que tienen forma. Para escuchar lo que resuenan, para cargar con todo lo que aprendimos de esas voces que ahora viven en nuestra manera de escuchar el mundo.

Porque al final, los amigos no se quedan callados para siempre. Se quedan en la forma en que escuchamos las cosas, en lo que nos divierte, en la manera en que hablamos con otra gente.

Se quedan en el eco.

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